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Sunday, July 8, 2007
Terminó como una función sinfónica futbolera. Bajo la dirección de Juan Román Riquelme, el jugador que mejor entiende este juego, con las fantasías de Lionel Messi por todo el ancho de la cancha. Con la potencia talentosa de Carlitos Tevez, con la seguridad infalible de Javier Mascherano, con las apariciones demoledoras de Javier Zanetti por la derecha. Con la experiencia exacta de Roberto Ayala. Y hasta con los toques de Pablo Aimar, que en ocho minutos se empeñó en tirar paredes exitosas con Messi y con el propio Román.
Fue una función, no cabe otro nombre. Frente a un equipo, Perú, derrotado psicológicamente, como antes lo habían estado Estados Unidos y Colombia en las goleadas precedentes. Porque la fórmula se repitió. Un primer tiempo de control del balón, con calma, con paciencia, frente a equipos que salen a plantarse en su campo sin intenciones ofensivas. Y Perú marcó nítidamente la tendencia. Uribe definió una línea de tres que fue de cinco, con Galliquio y Vilchez por los costados. Y tres volantes para esperar. Sólo Guerrero y Pizarro, arriba. Y no llegaron nunca con pelota asociada en esa primera etapa. Nunca. Claro, la lentitud del juego, al ritmo que proponía Riquelme, podía exasperar a los ansiosos. Pero ése es el método de ablandamiento. Hay que tener la pelota y hacerla circular, hasta que se encuentre un resquicio. Con paciencia. Para, después, meter las estocadas en el segundo tiempo. Claro, Diego Milito no tiene la potencia de Crespo. Y le costó mostrarse como referente en el área. Sólo las electrizantes apariciones de Messi encendían al público, claramente "argentinista". Hizo dos apiladas continuadas, a los 17 y a los 19. La primera terminó con un rebote en el palo derecho del arco de Butrón. Hubo un tiro libre de Riquelme. Y no mucho más en esa etapa, está dicho. Pero con la chapa puesta (igual que con Estados Unidos) se puede calibrar su utilidad, por el desgaste que le provoca al rival.
No anduvo con vueltas Basile. Y lo mandó a Tevez por Diego Milito en el comienzo del complemento. Y todo se resolvió rápido. Porque Riquelme había decidido adelantarse unos metros para llegar por adentro (seguramente hablado con el técnico). Y a los dos minutos funcionó una pared perfecta con Tevez. Román enganchó para adentro y la clavó de zurda junto al pelo derecho. Y empezó el otro partido, el de la función de toques y gambetas. Frente a un rival que debió abandonar su mezquindad y abrir los espacios. A los 5 una fenomenal subida de Zanetti terminó con un centro que Tevez conectó de cabeza. Y la pelota rebotó en el travesaño.
Con terreno a favor entre la habilidad pura de Messi y la potencia y picardía de Tevez empezaron a contestarle a la magistral clase de fútbol que daba Román manejando a todo el equipo. Y fue Riquelme el que le sirvió esa asistencia perfecta a Messi para que marcara el segundo gol con suficiencia. Y fue bárbara la combinación de los "chiquitos" Tevez y Messi en la antesala del tercero. Lionel la quiso colocar y sacó Butrón. Pero el sorprendente Mascherano, ahora goleador, llegó por atrás para conectarla. Tres a cero. Ya había ingresado Gago por Verón. Y llegó el turno de Aimar para sumar dinámica y juego. Pero Riquelme tenía reservada otra sorpresa, otro gol. Y otra vez en sintonía con Tevez. El Pato Abbondanzieri falló en una pelota aérea, le dio luego un puñetazo hacia la derecha y le fue a ganar la posición a Pizarro. Sacó un pelotazo largo, paralelo a la raya. La recibió Tevez, encaró, enganchó ante Vilchez, siguió y la cruzó para la llegada de Román, quien tocó con clase hacia el palo izquierdo. Cuatro a cero. La Selección de los cuatro goles. La que ablanda y aniquila.